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el periodico de saltillo
Enero 2017
Edición No. 335


Ya no estamos inermes y aislados

Jorge Arturo Estrada García.

“Hoy en día cualquier mensaje que desea libertad y autonomía no pasa por un partido o un periódico.
Si hay un mensaje que se conecta con otras mentes conectadas en la red, y se genera aceptación,
se inicia un movimiento. Los actores son colectivos, sin papeles, sin jerarquías, sin líderes.”
Manuel Castells, sociólogo y académico español.

Internet es la primera cosa que la humanidad ha construido y que no entiende,
es el experimento más grande de anarquía que hemos tenido.”
Eric Schmidt, empresario e informático estadounidense.


Al país lo desmadraron y la revolución llegó. Las clases populares convertidas en clientelas electorales, las clases medias apáticas y mediatizadas rugieron al fin, tal vez más como un león que bosteza y ruge, que como un gruñido pleno. El gasolinazo fue sólo el catalizador.

La clase política fue tomada por sorpresa. En su soberbia, su incapacidad, su escasa sensibilidad social y su precario sentido común no supo leer las nuevas condiciones del México del 2017. México está inquieto, tal vez las cosas no vuelvan a ser las mismas.

La sociedad mexicana en pleno se ha sacudido. Ya habíamos hablado del poder de la información que circula a través de las redes. A los incrédulos de la generación X el arranque del año les ha dado una lección del tamaño de su obsolescencia. México no es una isla y la revolución de la comunicación ya nos alcanzó.

Actualmente no hablamos de una revuelta social, sino de manifestaciones de ira de cientos de miles de mexicanos que han tomado las calles. Por el momento no conocemos el alcance de estas expresiones que tomaron por asalto las plazas y que se incuban en las redes sociales. Sin embargo, todas estas reacciones nos aportan señales muy relevantes que no deberíamos perder de vista.

Ante los agravios de un presidente insensato, de los gobernadores embriagados de poder y de la clase política exprimiendo los recursos públicos con pillerías y prebendas, las reacciones populares se habían tardado en llegar. En año electoral los partidos y candidatos deben aprender las nuevas lecciones.

Los gobernantes echaron a andar sus mecanismos de control y fallaron. Ellos convocaron a los medios y sus representantes, para convertirlos en magnavoces de sus discursos, excusas, amenazas y bondadosas disposiciones, pero la ira no disminuye. Las autoridades inundaron con trolls y bots las redes. Hay represión gubernamental y se busca infundir miedo. Ellos tienen miedo.

Los medios tradicionales de prensa, radio, televisión y sus formadores de opinión pública están tan desprestigiados como la clase política a la que han servido por décadas. También ellos han fallado en interpretar los mensajes en el cielo, y en el ciberspacio. Algunos tratan de recuperar prestigio y de salvar sus consorcios decadentes y económicamente vulnerables. Son momentos críticos.

En la actualidad la comunicación no se interrumpe nunca, está en todo lugar, en formatos diversos y disponible a cada momento. Es instantánea, y los mexicanos la consumen vorazmente casi sin filtros ni criterios. Todos estamos aprendiendo.

Además, se registra un nuevo fenómeno en la vida de los ciudadanos del México actual: la interacción a través de las redes sociales ya es parte de su rutina. Una nueva variable a la ecuación sería que el uso de redes es adictivo. Efectivamente, esta adicción existe y es considerada gratificante para los usuarios. El placer que se obtiene de esta adicción, de enviar y recibir mensajes, la comparan los expertos con el que disfrutan el alcohólico y el jugador.

En la era de internet muy atrás quedaron los tiempos del mimeógrafo y los volantes. Ya tampoco se convoca a través del radio y sus espacios noticiosos. Para invitar a las personas a manifestarse y a saquear se usan las redes. Para compartir opiniones y burlas, las redes actúan al instante.

Lo mismo para hacer volar las noticias y generar las reacciones. La cultura también se está haciendo en la world wide web.

Actualmente, en las manos de millones de ciudadanos están las plataformas de comunicación que eran la base del control político y social de las élites. Ahora todos podemos transmitir y recibir información. Por siglos los poderosos han querido mantener a los súbditos incomunicados, ignorantes, divididos, agobiados y sin tiempo para asociarse y compartir inquietudes.

El Cuarto Poder, los medios, ha jugado frecuentemente a la simulación y en contra de los gobernados. Por el momento, un nuevo Cuarto Poder germina en manos de millones de mexicanos, que recién lo están descubriendo. Sus primeros pasitos los dieron con el niño que vende empanadas, su examen final lo hicieron con los quince años de Rubí, y la tesis la escriben con la rebelión del gasolinazo.

La partidocracia está en riesgo. Las élites políticas ya son molestas para los mexicanos en general y para los dueños del dinero. Sus errores son costosos en lo económico, en la seguridad y en estabilidad social.

Enrique Peña ya no gobierna, a lo sumo intentará ganar elecciones e imponer su candidato al tricolor. Sin embargo, al seno de su partido hay varios que apuestan que ya ni eso logrará. Está liquidado.

Los poderosos gobernadores y virreyes también están desprestigiados y muchos ya son perseguidos o están a punto de serlo. La mayoría se tardó en reaccionar y se quedaron cortos. En el corto plazo las cosas no volverán a ser las mismas del 2016.

México está inquieto. Los escenarios políticos y sociales son volátiles. Los resultados electorales de este año, y tal vez del 2018, se han vuelto casi impredecibles. Todos los partidos saldrán raspados, sólo los más diestros resultarían fortalecidos.

El PRI está hundido. Enrique Peña Nieto lo hizo trizas y lo envió al fondo. Lo mismo hizo con el país, ya le desmadró la economía, no pudo contra la inseguridad y tendremos otra generación de mexicanos destinados a caer varios peldaños en sus niveles de vida por culpa de los gobernantes ineptos. Claro que el escenario electoral está contaminado.

El modelo neoliberal impuesto en el país está diseñado para hacer más ricos a los dueños del dinero. A ellos no les importa el destino de la débil clase media frecuentemente golpeada por las crisis, las reformas y los gobiernos tóxicos. Estamos inmersos en un modelo brutal que se basa en empleos de bajos salarios.

La educación es de pésima calidad, los sistemas de salud son precarios y deshumanizados, y las pensiones son ridículas. En suma, el estado de bienestar magro o inexistente. A nivel federal ya se perdió el sexenio.

Tres o cuatro twittazos de Donald Trump bastaron para poner al país de rodillas y devaluar nuestra moneda drásticamente. La situación es alarmante y somos tan vulnerables. El nuevo presidente norteamericano ni siquiera tuvo que convocar a una rueda de prensa, pagar desplegados o cadenas nacionales. Los mensajes de 140 caracteres enviados con perversidad y precisión bastaron para recordarnos todas nuestras debilidades.

El repunte económico y social de Coahuila, y de la región Sureste en particular, se dio a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio en enero de 1994. Aunque las armadoras núcleos del clúster automotriz habían llegado en la década de los ochenta del siglo pasado, fue el TLC el que detonó las inversiones que le dieron poderío a la industria coahuilense.

En las otras regiones de la entidad, el desarrollo fue más lento y hasta más escaso. Sus clústers tradicionales se volvieron obsoletos y lastran las oportunidades de progreso de sus habitantes. No logramos cambiar esta situación y seguimos en manos de empresas al borde de la quiebra que requieren medidas proteccionistas constantes para su viabilidad, como el carbón, la industria automotriz, la siderúrgica y la serie de actividades mineras y agropecuarias que depredan el medio ambiente lagunero. Se nos pasó el tren de emigrar a lo aeroespacial, al software y la Sociedad del Conocimiento.

En lo automotriz, en 40 años no logramos obtener transferencia de tecnología ni centros de desarrollo e ingeniería de alto nivel. Ya sólo somos mano de obra barata y ayudantes de los robots en las plantas.

No hay innovación, ciencia y tecnología ni parques tecnológicos que generen clusters con empleos de alto valor agregado. Nos asignaron el papel de patio de las herramientas y las manufacturas de los países desarrollados. Y nos resignamos y lo festejamos. El salario mensual promedio de Coahuila es de 6 mil pesos. Cuando nos toque jubilarnos nuestra pensión será de 2 mil 400 pesos mensuales, claro su equivalente al valor de cada época. Es decir, sólo el 40 por ciento del salario para intentar solventar la vejez. El futuro es patético.

En este momento ignoramos la magnitud de los impactos económicos y sociales que padeceremos por nuestra apatía de décadas. Coahuila ya se ha cimbrado en los años recientes y no aprendimos mucho.

El efecto Tequila en los noventas generó bancarrotas, desempleo y suicidios en nuestro estado. En el 2001 el ataque a las Torres Gemelas volvió a desestabilizar los mercados, a las maquiladoras y cundió el desempleo; en el 2008 la debacle financiera de Lehman Brothers con la crisis financiera que cambió al mundo y las quiebras de Chrysler y General Motors...otra vez sufrimos y al paro. No mejoramos en casi nada. Ni nos renovamos, ni tampoco diversificamos.

Ante el relevo de la gubernatura, las alcaldías y las diputaciones en la entidad deberemos volvernos más exigentes. Los mismos personajes incapaces y opacos estarán en las boletas. Pero podríamos impedirles escalar a los cargos. Ya estamos hartos de sus malos resultados.

Los escenarios son volátiles, pero muy complicados para el PRI. Los demonios escaparon, la Caja de Pandora ha sido abierta. Que nadie se queje por el oportunismo y el populismo, el balón está suelto. Los procesos electorales del 2017 serán feroces. Ya ni siquiera es boxeo, será pleito de callejón por el poder.

Los ciudadanos aprenden a identificar a los culpables de sus problemas. Las clases medias no quieren perder su nivel de vida. No quieren regresar a niveles de pobreza, aunque se sostienen en el límite. Siempre endeudados, pero siempre buscando salir adelante, y ahora los errores del gobierno los hunden.

En su concepción, la megadeuda y sus efectos negativos no les impactaron en forma tan directa por eso no han exigido recibos. Es claro que se cancelaron sus oportunidades de progreso, pero no sienten que les quitaron dinero de los bolsillos. Tampoco les recordaron sus estrecheces, la precariedad de sus empleos, de sus salarios tan bajos, de cancelar sus gustos de salir a comer, de tener que dejar de usar su único lujo: un auto que se debe a cinco años o un desvencijado modelo de hace 15 años.

Sabemos que la masa no es muy brillante. Los mexicanos somos lentos, y tenemos los gobiernos que merecemos. Sin embargo, individualmente no somos tontos, aprendimos que cuando nos conectamos, compartimos valores e intereses en un entorno de indignación, el poder se desestabiliza.

El secreto está en el mensaje. Los medios están a la mano. A medida que los contenidos evolucionen y aporten conocimientos que enriquezcan la conciencia social y que impulsen la generación de nuevas asociaciones y liderazgos se obtendrían los cambios.

Por lo pronto los mexicanos hemos dejado de estar inermes y aislados. Ya con 20 devaluados pesos de saldo podemos recargar nuestras armas, y seguir intentando mejorar las cosas en nuestro país y nuestro estado.

jjjeee_04@yahoo.com

 
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